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Toda historia necesita un buen tercer acto, y ahora estamos asistiendo a uno fascinante en la saga de la relación de la gente con el trabajo.

En el primer acto, que duró décadas, los profesionales trabajaban en oficinas con horarios fijos. Era una época de límites naturales entre el trabajo y la vida, sin tecnología que los erosionara. Vea cualquier programa de televisión de mediados del siglo XX: Cuando papá (y normalmente era papá) llegaba del trabajo, había terminado hasta la mañana siguiente.

En el segundo acto, Internet y la tecnología móvil lo cambiaron todo. Como los empleados se sentían presionados para estar siempre accesibles, surgió un nuevo término -equilibrio entre trabajo y vida privada- para describir los esfuerzos de la gente por trazar líneas divisorias entre su carrera profesional y su vida personal. Sin embargo, encuesta tras encuesta, la gran mayoría no lo consigue.

Y ahora se abre el telón del tercer acto: la integración de la vida laboral y familiar.

En lugar de sugerir que las responsabilidades personales y profesionales son elementos que compiten entre sí y que hay que mantener separados para alcanzar el equilibrio -una noción que la tecnología y los cambios en los estilos de vida han hecho prácticamente imposible-, la integración de la vida laboral y familiar exige una mayor flexibilidad que permita a las personas armonizar todos los ámbitos de su vida: trabajo, familia, participación en la comunidad y bienestar personal.

La integración de la vida laboral y familiar puede parecer un invento de la era COVID, pero el concepto es anterior a la pandemia. Por ejemplo, Jeff Bezos dijo en 2018 que no le gusta la frase "equilibrio entre la vida laboral y personal" y que anima a los empleados de Amazon a imaginar una relación más simbiótica entre el trabajo y la vida fuera de la oficina. "En realidad es un círculo", dijo Bezos. "No es un equilibrio".

Sin embargo, la pandemia ha acelerado drásticamente el paso del equilibrio entre la vida laboral y personal a la integración de la vida laboral y personal, ya que ha aumentado el trabajo a distancia, los horarios laborales se han hecho más fluidos, han surgido nuevas presiones laborales y cada vez más personas buscan prosperar en todos los aspectos de su vida, no sólo en el trabajo.

Para los responsables de RRHH y de las empresas, las ramificaciones de este nuevo panorama son enormes. El fenómeno de la Gran Dimisión, provocado por la pandemia, tiene que ver con el deseo de las personas de tener empleos que les permitan vivir lo mejor posible, no sólo en el trabajo, sino también en su vida personal. Esto está obligando a las empresas a reimaginar su enfoque de la atención al empleado en parámetros más amplios y holísticos que nunca.

Durante mucho tiempo, las organizaciones creyeron que estaban siendo sólidas administradoras del bienestar de los empleados al proporcionar las típicas prestaciones médicas y de salud mental y elegir también otras formas de reducir el estrés y promover hábitos saludables, normalmente a través de las inversiones tradicionales en bienestar físico, como la suscripción a gimnasios.

Muchos confían en los planes de salud y las ofertas de EAP que proporcionan servicios clínicos de salud mental a los empleados en momentos de angustia o crisis. Aunque importantes, estos mecanismos son más reactivos que proactivos y no constituyen recursos integrales que aborden todas las necesidades de los empleados.

En la era de la integración de la vida laboral y personal, recae en los empresarios la responsabilidad de determinar cómo pueden ayudar a todos y cada uno de los empleados a amplificar todo su potencial y productividad.

El cambio del equilibrio entre la vida laboral y personal a la integración de la vida laboral y personal significa que ahora las organizaciones deben preguntarse si están apoyando el bienestar en todos los ámbitos de la vida, tanto profesional como personal, para ayudar a sus trabajadores a manejar el estrés, prevenir el agotamiento y desarrollar la resiliencia emocional.

Cada vez hay más pruebas de que los empleados no sólo quieren el apoyo, sino que lo esperan. En el informe del Employee Benefit Research Institute Encuesta sobre bienestar en el lugar de trabajo 2021aproximadamente siete de cada diez encuestados afirmaron que su empresa tiene la responsabilidad de asegurarse de que los empleados están bien mental, física y económicamente.

En respuesta, cada vez más empresas ofrecen prestaciones que reconocen que el bienestar es un conjunto de elementos interconectados. Al fin y al cabo, son muchos los factores que influyen en el bienestar de una persona, desde los emocionales, como la gestión del estrés, la atención plena y la orientación espiritual, hasta los físicos, como la dieta, el ejercicio y la deshabituación tabáquica, pasando por innumerables otros, como las relaciones familiares, la salud financiera y el desarrollo profesional.

Por eso, por ejemplo, organizaciones como Zoom, RingCentral y Purdue University ofrecen a sus empleados la app de TaskHuman. TaskHuman ofrece equidad a través de equipos globales y les da la libertad de elegir en qué aspectos de su vida quieren apoyo y orientación 1:1 a través de videollamada. La plataforma TaskHuman está impulsada por una comunidad global y culturalmente diversa de especialistas en más de 1.000 temas, como pensamiento positivo, prevención del agotamiento, mejora del sueño, pérdida de peso, bienestar financiero y muchos más.

Es exactamente el tipo de recurso que los directivos deben tener en cuenta a la hora de situar el bienestar general de los empleados al frente de sus estrategias de contratación, retención y compromiso.

El tercer acto de la historia de la vida laboral es una película que nadie ha visto antes, y es fundamental que las organizaciones se aseguren de que tiene un final feliz.

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